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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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20-01-2016

El canto de cisne del foquismo 4

 

 

 

 

 

 

SURda

Notas

Opinión

c.e.r

 

Desarrollaremos ahora –en esta recensión-crítica- de “La experiencia tupamara” de Jorge Zabalza, el período que vá de diciembre de 1970 (“apoyo crítica al Frente Amplio”) al 27 de mayo de 1972 (caída –en realidad “entrega”- de la Carcel del Pueblo). Es un período histórico que abarca desde el capítulo 9 “Se recompone la vía electoral”, al capítulo 12 “El desbarranque” . Dejamos fuera –específicamente- el capítulo 13 “El documento No. 5” porque el mismo trata de cuestiones ideológico-históricas que nos retrotraen a otras cuestiones -histórico- críticas- que ya hemos tratado en el segundo artículo de esta serie.

Zabalza encara en tres capítulos dos años de actividad política que se cierran con una derrota estruendosa. Parece, después de tantos años de aquella, que todavía no ha podido comprender a cabalidad las causas que llevaron a aquel “desbarranque”. Es aquí donde brillan –por sus carencias notables- toda una serie de “explicaciones” que todavía tienen “recibimiento” entre los restos que sobreviven del viejo aparato. Es también aquí donde el análisis de Jorge Torres, en su libro del 2002 es más certero.

Cierto corresponsal-aparcero me hace llegar –después de haber leído las primeras dos notas, algunas observaciones pertinentes: la experiencia tupamara tiene –además del ombliguismo uruguayo referido al tema-, otra cuestión que es valiosa: la guerra de guerrillas es más antigua que el “foquismo” y más de una toma de armas en América Latina se realizó después de haber sopesado muy cuidadosa y críticamente el tema : verbigracia en Colombia, donde la guerrilla antecede en 10 años al triunfo de la revolución cubana.

Comenzemos con la “recomposición” de la vía electoral. La misma fue apoyada, pero críticamente, con un documento notable del viejo MLN-Tupamaros. Era –por así decirlo- la “revancha” ante otro evento electoral, donde la izquierda se presentó dividida (el año 62) entre la “Unidad Popular” y el “Fidel”. De aquella derrota salió -entre militantes de la izquierda- el debate sobre “las vías” para llegar al poder político e iniciar un proceso de “cambios” en el Uruguay. En aquella derrota también puede situarse “el origen” de la toma de posición que llevaría al MLN-Tupamaros original.

Ya hemos dicho (ver artículo anterior) que los resúmenes de esos materiales estaban en la memoria de mucho militantes iniciales, pero además están (o estaban) escritos y agrupados en carpetas. Los documentos conocidos eran resúmenes o síntesis y toda una serie de temas discutidos se guardan “para más adelante” retomarlos, integrarlos y actualizarlos. Es además, a través de esos materiales, que EFH fue haciendo su ascenso en la interna, donde la mayoría de los militantes eran reacios a “meter lápiz”, pero no él. Por tanto tuvo conocimiento de discusiones más amplias y de temas “que quedaron en el tintero”. Lo señala el mismo EFH en sus “historias”, pero lo señala también otro testigo y aportador fundamental de los mismos: Jorge Torres y lo plasma en su libro del 2002 “La derrota en la mira”.

Hoy, 53 años después de todo aquello, con una derrota estruendosa a cuestas, deberíamos comenzar a razonar, no sólo que cambió el país y cambió también el mundo, sino otra cuestión que está ligada: la perversión de las realidades políticas y sociales, en las que alguna vez creímos.

Esa es la base material –creemos- de los “renunciamientos” de la troika (EFH, Marenales y José “Pepe” Mujica y su séquito de epígonos) que se han convencido de que el capitalismo es eterno, “el fin de la historia” como lo expresaba Fukuyama. Pero sus oponentes actuales, que sabemos que todo eso es falso, que el capitalismo es meramente un sistema político-social y un modo de producción, tal cual como otros que existieron antes y, por tanto, perecedero, no debemos creer que basta con mantenerse en el terreno de que “no hemos claudicado”, porque esa es una “aproximación” primaria y, tampoco, sabemos que rumbo tomarán “las futuras insurgencias”. Eso, pertenece al futuro y nadie tiene la bola de cristal. El agotamiento de los recursos naturales del planeta, las inminentes futuras guerras por el agua, colocan el socialismo posible, del futuro, bajo una nueva óptica que no estaba presente antes.

Mantenerse en las ideas “sesentistas” sin darle importancia a todas las transformaciones que contemplamos todos los días –nos parece insensato- cuando en la misma Cuba, los pensadores más enérgicos –y allí si hubieron transformaciones radicales fracasadas!!!- analizan la realidad a través del “sistema-mundo” y los aportes de los nuevos pensadores tipo Immanuel Wallerstein y otros. Toda una serie de paradigmas de los años 40, 50 y 60 desde Rostov y su teoría del “desarrollo” a las visiones criticas del “cepalismo”: la teoría de la dependencia, están plenamente superadas. La revolución de “liberación nacional” en los países latinoamericanos que no eran “coloniales”, como muchos otros países de Asia y Africa lo eran en las décadas del 50 al 60, demostró su invalidez a poco de andar.

Enfrentar todos esos cambios desde el “nacionalismo revolucionario” es –verdaderamente- una pérdida de tiempo y un dislate. Cierto argentino, Rolando Astarita, le señala específicamente en algunos de sus artículos, que ven luz en las páginas de estas mismas “prensa alternativa” en la que escribimos. Son otras las dimensiones que debemos considerar. En Zabalza el orgullo “de no claudicar”, de “plantar estacas” de lucha y de resistencias, quizás lo consuele (ver la entrevista televisiva que concedió a Pablo Mendez) en su fuero interno pero, no lo absuelve.

La derrota –en el caso uruguayo del viejo MLN-Tupamaros- cuando llegó, llegó de la mano de los que tomaban las decisiones . Y llegó además, con una dirección dividida, enfrascada en luchas internas por el poder y el mando. Es decir lo que no recomienda el manual de estrategia más elemental. Pero lo curioso –y contradictorio- de los análisis de Zabalza es que éste problema lo detecta perfectamente en los mandos militares enemigos –la unificación del mando, depurando del mando de tropa oficiales contrarios a los golpistas y obligando al retiro a los generales hostiles a la idea del golpe (ver pág 166 y siguientes)- pero no la vé en la propia organización.

Zabalza podrá ordenar los elementos, alinear todos los considerandos, reflexionar sobre los sucesos una y otra vez, pero el resultado final de la cuenta será siempre implacable: se hizo todo lo que no se debía hacer. Declarar una “guerra” sobre la base de unos resultados electorales que nos adjudicaban solamente un 5% de apoyo en la opinión pública (los votos de Erro, las cifras son de Zabalza, ver pág 128 y siguientes de su análisis electoral) pero se leyeron tan mal que se contabilizó como propios, “opositores”, un 45% del electorado, sumando votos que no nos correspondían y de aliados que no teníamos. ¿Puede haber análisis más subjetivo?

Esta parte del análisis de Zabalza –que desde el punto de los datos es riguroso y serio- lo lleva nuevamente –en diversos pasajes- a las “teorías” más descabelladas del “aparato”. “La trampa” del 14 de abril, que Zabalza repite siguiendo a Samuel Blixén. Y la de las muertes y caídas de locales ese mismo día como parte de la trampa. Incluye –en su narración “de la experiencia tupamara”-, la caída de uno de esos locales, donde estaban los archivos de la organización que habría sido “cantado” por Héctor Amodio Perez (con el “habría” no aporta la prueba de su afirmación), otra de las coartadas, también, del aparato que nos llevaron a la ruina a todos. Una cuestión es absolutamente necesaria, todas las “explicaciones” fueron hechas “después” de realizados los hechos –en el marco de las negociaciones- sin investigación interna, seria, responsable, imparcial. El “aparato” nunca investigó, puso “la tapa” sobre todos estos sucesos. Lo hacían porque sino sabían perfectamente que “Sendic se les quedaba con la organización” y así lo manifestaron expresamente antes y preparatoriamente a la reunión de la “carpintería” de la calle Cebollatí, lo que la militancia conoce como “la noche triste”. Por suerte, de éste última afirmación, existen testigos militantes, que fueron convocados para ser informados previamente del intento de golpe que planearon Jorge Zabalza, EFH. y Julio Marenales.

Sobre esto ya hemos polemizado con Zabalza y se lo repetiremos una vez más: de las explicaciones de su antiguo patrón EFH, nada es creíble . La teoría de la “trampa” es un argumento muy, demasiado, traído de los pelos. Que cuatro elementos destacados de dirección caigan “durmiendo” y sean asesinados, el mismo 14 de abril, (ver pág 140) sin una “guardia elemental de seguridad” parece, sencillamente, increible. De la historia de “la caída de la calle Amazonas” y el célebre “Campitos soy yo, el Ñato”, Zabalza mismo ha hecho antes, la constatación y, sobre ese episodio –anteriormente hemos escrito algún artículo- que además tuvo la virtud de provocar la reacción de un lector, que nos aportó datos invalorables que nos confirman en nuestra tesis de que “esa historia” tiene demasiadas repeticiones (en los libros) y ni siquiera una revisión de los planos arquitectónicos de la casa, que echa por tierra aquella versión. Lo que pasó realmente en la calle Amazonas, con dos asesinados inocentes y dos responsables que se entregaron , es parte simplemente de las leyendas para favorecer a uno de ellos especialmente: EFH.

Si se ha escrito un libro, sobre los sucesos del día que el Che habló en el Paraninfo de la Universidad y, el incidente, terminó con la muerte de Arbelio Ramirez, libro en el cual se hace un estudio con dibujos y todo, del teatro de los sucesos. La “caída de la calle Amazonas” y los sucesos allí perpetrados, necesitan también un estudio particular y salir de la mera repetición de los hechos que hicieron los sobrevivientes.

Zabalza y todo “el aparato” tienen el derecho de creer “la historia” que ellos mismos prefieran. Pero los demás, los militantes de base y el público en general, tenemos muchos motivos para poner en duda más de una cuestión. Y lo interesante del asunto, es que las nuevas investigaciones y los nuevos libros poco a poco nos van dando la razón a los críticos de la leyenda “oficial” de la derrota.

Señalamos –escuetamente- estas cuestiones –además, en sus grandes líneas- por dos motivos. El primero tiene que ver con una limitación muy seria que tienen los planteos del libro de Zabalza y que se verán, más claramente, más adelante: su desconocimiento de la referencia internacional latinoamericana. Después –si el tiempo dá- ampliaremos esta cuestión.

Hay, además, otra cuestión anexa pero muy ligada al tema. Los viejos revolucionarios que luchaban por “las libertades políticas y la representación de las minorías”-en Uruguay- sabían antes de iniciar sus campañas o “patriadas” que las mismas eran “a término”. Se tomaban las armas, pero se sabía también que no se iniciaba una guerra “larga y prolongada” (el concepto de la misma viene de China, fue la táctica de los comunistas de aquel país, en una situación muy especial y concreta y además, en el marco de la Segunda Gran Guerra, en un país gigantesco, que tiene casi la misma superficie que Brasil) hasta imponer sus puntos de vista. Eran –los paisanos orientales- más realistas y consientes –por dura experiencia- que enfrentarse al estado moderno con todos sus recursos, podía terminar en su propio aniquilamiento, porque sus recursos eran limitados. Lo es siempre el de todos los insurgentes. Hay “un problema” de caja y de recursos. Lo vemos actualmente en Colombia.

En su análisis de la campaña militar uruguaya –escribimos el concepto y sonreímos un poco- Zabalza constata que de los planes iniciales se saltearon el considerando principal –el trabajo político de masas- ante la prisa de operar militarmente. Zabalza, escabulle, el temita de que él era el Segundo Jefe del Estado Mayor de la columna Leandro Gomez (“la columna de Sendic”). Y brilla por su ausencia la supuesta “autocrítica” en su libro.

Por suerte existen los testimonios de otros participantes, que todos fueron hechos al pasar, en entrevistas, de otros actores o, en artículos periodísticos. Uno de ellos ha señalado que los “montes del Queguay hay que atravesarlos en segunda” porque si se atraviesan en tercera, como montes, desaparecen.

El mismo testigo de los hechos –perteneciente como Zabalza a la “segunda línea” y por tanto un testigo valioso de los sucesos por su experiencia- señala que hubo que suspender cierta operación de hostigamiento (de las cuatro planeadas, para el 18 de mayo) porque les faltaban los elementos bélicos necesarios y porque después de realizada la operación la represalia sobre la población civil que los apoyaba en la zona, hubiera sido contraproducente. Zabalza estuvo en el mismo centro de los sucesos, conoce perfectamente de lo que estamos hablando, pero en su libro guarda silencio sobre el tema.

Para ilustrar más el tema, recomendamos a Zabalza es estudio de una experiencia similar realizada en Argentina y en la que dejan su testimonio decenas de militantes de diferentes provincias que estuvieron “en los montes de Tucumán”, el libro se llama: “Desde el monte” realizado por Gonzalo Getselteris , ediciones Nuestra America, 556 págs. 2015.

Allí las dificultades de militantes probados pero urbanos en su lucha cotidiana contra las “alimañas del monte”, la humedad del monte bajo, la comida fría (no se podía hacer fuego), la carga de las mochilas, y las emboscadas del enemigo con sus subsiguientes combates, retiradas y un largo etc., eran una prueba verdaderamente de fuego, donde solo se podían remontar los contratiempos a través de una fuerte ligazón ideológica y una fraternidad militante verdaderamente digna de elogio.

Nada de eso existió en Uruguay, donde la aparición -por captura- de una carabina M-2 (la que portaba el Che cuando fue capturado) llevaba a disputas menores “por su derecho a la utilización”, donde el mismo Raul Sendic, perdía una bayoneta y cuando era sancionado por el responsable, se “perdía” en el monte, yéndose a visitar algún vínculo familiar y, paralizando el accionar del grupo , que se consternaba ante el riesgo de que hubiera sido capturado y se multiplicaban las “llamadas telefónicas” a Montevideo para averiguar su paradero. No,… si hay mucho de sainete, demasiada mitología, en el Plan Tatú, que todavía necesita del libro que desmitifique el accionar del viejo MLN-tupamaros, cuando sus responsables decidieron “decretar la guerra” en pleno verano de ese años!!!

Y podríamos seguir un largo rato más con otras observaciones y su documentación, pero consideramos que esto es bastante.

Del cúmulo de elementos en nuestro conocimiento (no son uno ni dos, sino varios, recopilados a lo largo de bastantes años) salta también otra evidencia: los guerrilleros urbanos, introducidos inmediatamente después de la fuga, en el medio rural, no contaban con apoyo civil militante más que en las ciudades cercanas y ese apoyo era de militantes políticos recientes, del movimiento de masas –el 26 de marzo, principalmente. A esa militancia incipiente se la sacrificó en “el abastecimiento” de los recursos que necesitaban “los del monte” porque en el Uruguay de comienzos de los 70 las necesidades de los hombres, son muy diferentes de la de los paisanos “insurrectos” de 100 años atrás.

O dicho de otra manera, de carne (de oveja o vacuna) no vive solamente el hombre, mucho más es necesario para mantenerse “operativo” en el medio rural. Constatemos -para poner un provisorio punto final al tema- que los militantes que lograron “salir” de toda aquella aventura padecían avitaminosis, con todos los síntomas acompañatorios “inflamación de las piernas” y otros, que dificultaban realmente la marcha. Zabalza ya había caído herido en su incidente “de la estancia” y si se salvó de morir fue por la intervención de los compañeros que lo cargaron en el vehículo con el cual llego al hospital.

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Para estas cuestiones, como para el “trabajo de masas” hay que desarrollar al máximo e incentivar “el desarrollo autónomo de las organizaciones populares” frase de Zabalza con la que cerrábamos el artículo anterior (ver pág 112), cuestión que muchos motivos el viejo MLN-Tupamaros y particularmente su dirección histórica no estaban dispuestos a permitir, porque implicaba, para realizarse efectivamente, un alto desarrollo de la capacidad operativa de la organización, una ligazón estrecha de sus principales cuadros con el movimiento popular y, en éste último, un alto nivel de conciencia colectiva y organización que solo se logra con una larga experiencia de lucha.

No se trata, como hemos insistido a lo largo de estos artículos, de toda una serie “de cambios” en la modalidad operativa, ni se trata tampoco de una accionar que no se “despegue mucho” de la subjetividad popular, ni se trata de los cambios que hemos denominado “cosméticos”. Se trata de una cuestión mucho más sencilla y evidente: tal cual era la organización en la década del 70, no podía dar un salto de calidad, no podía solucionar problemas que no se habían resuelto bien desde el comienzo. Otros, en Cuba, por ejemplo habían solucionado correctamente estos problemas, a su manera , pero en Uruguay, copiar a los cubanos y sus soluciones no nos ayudaba mucho en la resolución de los problemas específicos de nuestra revolución.

 

 

 

 

 


 

 


 
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